Ya llegaremos a casa…
Amadas compartiré con vosotras lo que afirma un prolífero escritor cristiano acerca del libro del Apocalipsis o Revelaciones. Éste, podría titularse el “Libro de la ida a casa”, pues en él, se nos muestra nuestro verdadero hogar… ¡el celestial! De allá somos, sin discusión
¡Y tanto que nos aferramos a esta vida temporal! tanto, que muchas veces perdemos la perspectiva de lo eterno, caminamos con nuestra cabeza gacha mirando lo intrascendente cautivándonos con aquello. Aun siendo creyentes, inconsciente y neciamente colocamos todo el corazón en construir tesoros, casas, educación, iglesias, como si éstas fueran para toda la vida…, y se nos va la vida en ello.
Pero es imperativo recordar quienes somos, Jesús nuestro Dios, Señor, Rey y Maestro clamó a su Padre y dijo acerca de nosotros: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”
Pedro y el autor del libro de Hebreos, señalan, que somos “extranjeros y peregrinos” porque no pertenecemos a este mundo, somos gente de paso; pero a diferencia de los no creyentes, ¡sabemos con Quien vamos a pasar la eternidad! Pablo lo reitera: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios…”
Nuestros días están prefijados por Aquel que nos dio la vida, ¡Aquel quien es el Autor de la vida! Él nos mantendrá en nuestra casa temporal, hasta que hallamos concluido totalmente el propósito para el cual fuimos creados, ni antes ni después…, que glorioso es descansar en este conocimiento, Él sabe cuándo será el día que nos llamará al hogar celestial. Por tal razón el verdadero creyente vivirá sus días, como si fuera su último día aquí en la tierra.
Pablo, lo ratifica: Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.
Queridas, somos como la flor del campo en la mañana es, y en la tarde ya marchita; está a punto de expirar…, “como la hierba son nuestros días, en la mañana florece y crece; a la tarde es cortada y se seca…, enséñanos a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”
¿Cuál es entonces nuestro problema? Es la equivocada noción del tiempo, nuestro tiempo, como canta un poeta…, “nos hablaron una vez cuando niños, cuando la vida se muestra entera”…, es verdad, decíamos tenemos toda la vida por delante, pero que equivocados estábamos, el tiempo pasó tan veloz y fue dejando huellas en nuestras vidas sin darnos cuenta… ¡ahora sí que miramos la vida como un suspiro!
¡Mar del Plata y yo, estamos de acuerdo!…, Desde mi ventana, ya miraba el tiempo cuando niña, parecía que él estaba detenido; fui creciendo, pero entonces, no jugaba él ya conmigo se alejaba, poco a poco, decidido. Y hoy adulta, en la vorágine de cosas lo persigo porque corre, corre, como enloquecido…, temo que en una mañana, sin haber envejecido una voz me diga, tu tiempo se ha ido… Tengo miedo que El me llame sin tener en mis archivos, algo digno que contar de mi destino
Si Él me llama a su presencia… ¡dime alma que le digo! cuando sé, que no fue todo haber creído. No me basta lo ganado, ni me importa lo perdido; gana y pierde solo aquel que algo ha tenido, no me asusta la guadaña, de la muerte en mi camino ¡me atormenta todo aquello no vivido!
Es menester, que fijemos ya los ojos en lo imperecedero, en lo eterno, de donde somos, allá donde está nuestro hogar, donde nuestro Padre nos espera; toda nuestra vida aquí en la tierra, nos hemos estado preparando para ese momento glorioso e inefable…, ver cara a cara a quien quiso morir por nosotros, para que la vida nos alcanzara. Cristo es la vida.
Juan Bunyan, escritor del “Progreso del peregrino” ilustra nuestra corta y luchada vida: porque hemos peleado la buena batalla, hemos guardado la fe, y pronto habremos acabado la carrera. Bunyan ve el caminar del cristiano con tanta nitidez, dejó impreso en sus escritos la vida temporal del creyente y alegóricamente nos muestra esa vida con sus derrotas y sus victorias, pero lo más glorioso y verdadero, la victoria final que Cristo nos aseguró.
El ve, la triunfal llegada del cristiano a la gloria eterna, y concluye exclamando… ¡Esta fue la escena de la cual desperté y la mire una y otra vez!…, y aunque su peregrinaje había terminado, yo aún me encontraba en la llanura, y en el desierto severo, miré y suspiré en oración… ¡Oh Dios completa mi peregrinaje!
¡Condúceme sin peligro!
Con cariño
Alicia
Realmente cierto todo….y gracias Señor por tan bellas palabras inspiradas a través de los hombres…..aýudeme a no afeerarme a las cosas materiales mas bien buscar dia a dia con mas impetu el bienestar espiritual