Editorial Revista octava edición
Amadas en el Señor:
Que grato es poder reencontrarnos a través de estas líneas, pero lo más importante, es hacerlo a través de nuestro trabajo que nos identifica; son muchas nuestras tareas como siervas de Dios, y creo representar el sentir de todas ustedes…, lo hacemos gozosas. He sentido mucha alegría al reiniciar una de ellas: Nuestra labor en las diferentes “Confraternidades” que se realizan a lo largo y ancho de nuestro país. “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”
Lo que caracteriza a nuestra Iglesia Unida, es precisamente eso, la “Unidad” y la comunión de espíritu, y es allí, donde envía el Señor, “bendición y vida eterna”. Si analizamos la finalidad de reunirnos, no podemos dejar de lado el primer y gran propósito de nuestras convocaciones, adorar al Altísimo Dios. Y es precisamente en esa adoración, hecha en comunión de espíritu, donde el Espíritu Santo nos enriquece individualmente y corporativamente, como ciudadanas ya, del Reino de los cielos. Es en esa instancia, donde Dios nos prepara para las batallas que hemos de librar, prepara y moldea nuestro carácter a través de su palabra, y la comunión que hemos de tener la una con la otra, en amor no fingido, ya que el evangelio que hemos recibido es acción, y es verbo; porque la fe, sin obras es muerta.
Es allí donde aprendemos el “modo de pensar” de nuestro Padre Celestial, y también tenemos que desaprender progresivamente nuestro “modo de pensar”, todas tenemos un modo de pensamiento, y es de acuerdo a la manera de pensar que tenemos, la manera en que actuamos.
¿Por qué hago lo que hago? ¿O por qué pienso lo que pienso? ¿Cuál es mi motivación? Todo esto dependerá de nuestra filosofía de vida, es imposible “no tener” una filosofía de vida, ya que nos delata nuestro actuar…, lo que pensamos, eso hacemos.
Filosofía es la mirada que yo doy a la vida, es lo que yo pienso de la vida. Si no creo en Dios, voy a vivir una vida sin Dios, liberal, no sujeta al pensamiento de Dios. Pero gracias damos al Todopoderoso, ya que un día fuimos alcanzadas por Cristo Jesús, y cuando le conocimos a través de su Palabra y de su Santo Espíritu, cambió nuestro pensamiento, es decir, cambió nuestra filosofía de vida. A través del nuevo nacimiento, este milagro que nos hizo pasar de las tinieblas a la luz admirable, instantáneamente produjo un cambio radical en nuestra manera de ver la vida…, ahora es todo diferente.
Cuando este milagro ocurrió, todo cambió; antes, sólo sabíamos mirar hacia abajo como la mujer encorvada, más el Señor nos hizo elevar nuestra mirada al cielo; en mi experiencia personal, en ese inicio de la verdadera vida, no habían palabras para responder a lo que me estaba sucediendo, no tenía un fundamento en las Escrituras, para explicar a los demás lo que estaba sintiendo…, esa paz infinita, ese amor inefable, ese gozo que antes nunca tuve…, era un bebé espiritual, no comprendía a cabalidad el cambio tan radical realizado por Dios en mi vida…, pero una cosa sabía hacer ¡glorificar el nombre del que me había salvado! Sabía gritar un ¡Aleluya! Mi razón no concordaba con mi corazón, pero Alguien que había prometido ya nunca más escribir su Ley en tablas de piedra, las estaba escribiendo en mi propio corazón, el Santo Espíritu de Dios soplaba desde mi interior la verdad de Dios de una forma sobrenatural y jubilosa. ¡Que gloriosa vida comencé a vivir!, que me importaba lo que de mi se comentara, lo único importante “era y es aún” adorar al que cambio eternamente, mi lamento en baile.
Ahora tenía hambre y sed de justicia; hambre de la Palabra de Dios, comencé a leer el Libro de los libros, y fueron revelados para mi, los Misterios del Reino de los cielos, que están reservados para los redimidos por la sangre preciosa de nuestro Señor Jesucristo; convicta de su verdad, empecé a amar esas Santas Reuniones; esperaba el día y la hora en la que corría al Templo, para agradecer, adorar y engrandecer al Dios viviente en mi vida; ya pasado un breve tiempo, con que alegría y “susto” a la vez salí a la calle por primera vez a predicar este evangelio eterno y a Jesucristo, Dios de amor y salvación.
A mi poco andar espiritual, me nominaron para integrar el Estudio bíblico, tenía 17 años en aquel entonces, y para mi sorpresa, la condición era asistir también a la clase de Dorcas, y en las Escuelas Dominicales ser la profesora de la segunda clase, la de mis hermanas Dorcas, fue difícil y complicado, pero un día me di cuenta que amaba estar allí. Amadas…, amo estar allí.
Nuestra manera de pensar y de ser, han ido cambiando desde entonces, estamos continuamente siendo transformadas, avanzando, como comienza la luz del día hasta llegar a su plenitud; así alumbrará nuestra luz delante de todos los hombres. Nuestro testimonio se irá perfeccionando de día en día, en la medida que obedezca con la razón y con el corazón, que en la comunión de los santos, nos conviene estar, nuestras grandes reuniones, nuestras hermosas confraternidades nos harán experimentar la llenura del Espíritu de Dios en nuestras vidas y la comunión perfecta que debe existir entre nosotras.
Amo la reunión de Dorcas: Damas al servicio de Dios, amo nuestras Confraternidades, seguramente pronto, nos veremos en alguna de ellas.
Con cariño,
Alicia
QUERIDAS HERMANAS: Tal vez ustedes no recuerden quien soy yo, pero yo les recuerdo de una forma muy especial, pues tuve la hermosa bendición de conocerles un día que participe en una confraternidad de Carabineros en su Iglesia de linares, fue un día maravilloso para mi vida, creo que mis palabras jamás podrían describir lo que ese día ocurrió, estaba yo coordinando aquel culto, recuerdo que la Palabra impacto mi ser, mis ojos lloraban, el Espíritu Santo tratando conmigo, ooooo bendito mi Señor, sentí que era otra persona, y ahí mi dulce, tierno y amado Salvador, restauro mi vida y sano mi herido corazón, las heridas que me produje por la falta de amor y el rechazo, Jesús las borró por completo…..desde ese bendito día, su amor es suficiente para mí….el le da sentido a mi Vida y soy feliz a su lado, jamás creí ni lo imagine que sucedería algo así en aquella confraternidad, pero valla, Mi Señor me sorprendió y lo que esperaba con ansias ocurrió esa noche ahí en Linares, uso también a una Sierva que jamás volví a ver.
Somos deudores de Cristo, somos su misericordia misma, es aquello lo que nos motiva hablar de él, pues ocupo nuestro lugar en la cruz, pago la deuda que teníamos, maravilloso Cristo….
Le amamos porque él nos amó primero……
Que ganas de compartir una culto junto a Ustedes, si no es aquí, de seguro que será más allá del Sol donde podremos adorar a nuestro Salvador por la eternidad.
Benciones en Cristo Jesús
Judith Martínez.