¡Huyamos de Laodicea!

 

 

 

El acontecer mundial está marcado por hechos concretos que a los creyentes nos instan a mirar las Escrituras y saber exactamente en el tiempo que vivimos. Tanto Daniel, como Juan en el libro de Revelaciones, y el mismo Señor Jesucristo, nos presentan en el ayer, lo que la humanidad vive hoy.

Sin embargo la Iglesia del Señor no está examinando para ella misma la “Palabra profética más segura” como cita la segunda carta de Pedro capítulo 1:19…, “a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”

Con tristeza observo la tendencia que está caracterizando a algunas Iglesias del hoy, la misma Iglesia que canta con tanta vehemencia “La Iglesia del Señor cual será…, es aquella que en el nombre del Señor, sana enfermos, echa fuera demonios, es aquella que rescata al pecador, esa sí, es la Iglesia del Señor”

Este  cantar me muestra a una Iglesia poderosa, con autoridad de Dios, y si tiene la autoridad de Dios, es una Iglesia que se ha guardado en santidad, en fuego espiritual, en pureza, en amar a su hermano o a su próximo como a sí mismo; y sin lugar a dudas las acciones mencionadas, son  el instrumento que nos sirve para medir el nivel espiritual de cada creyente, con esto no me estoy poniendo como juez de la amada del Señor, solo les quiero recordar cual es el llamado y propósito de ésta, y su posición frente a Dios y frente al mundo.

La Iglesia nunca ha sido popular, es decir, nunca ha sido aceptada en la sociedad, la razón es simple: ¿Qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? (2° Corintios 6:14-15) El problema se produce, cuando la Iglesia comienza a ser simpática para el mundo, porque la santidad y el amor puro de los hijos del Señor van en retirada, y el pensamiento turbio de la corriente de este siglo ha penetrado en el pueblo de Dios, y llamamos bendición a lo que es maldición; llama mucho mi atención, que algunos creyentes mantengan una doble vida, dando lugar a la sensualidad y al pecado moral y entregan absurdas razones a su actuar argumentando que la Iglesia no debería se anticuada.

Nunca será anticuado ser consecuentes con el Evangelio Eterno, nunca será anticuado orar con lágrimas y gemidos buscando la presencia del Señor, nunca será anticuado inquirir en la santidad, nunca será anticuado guardarse en pureza para Dios. Mientras la desvergüenza del mundo avanza, ¡la Iglesia del Señor debe avanzar hacia la santidad y al avivamiento!

Escuché a un predicador referirse al gran problema que existe en algunos cristianos y consiste en bostezarle a Dios en la cara. No hay fuego, celo ni entusiasmo por las cosas de Dios…, allí comienza la tragedia de la Iglesia: Una Iglesia tibia, en un mundo inclinado hacia el infierno. ¿Qué puede hacer una Iglesia tibia para rescatar al pecador? ¡Nada, no puede! Porque ese tipo de Iglesia es la que le provoca nauseas al Señor nuestro Dios.

Es el propio Señor Jesucristo en toda su majestad quien habla a Juan en el Libro de Apocalipsis, y habla poderosamente a las siete Iglesias del Asia Menor; y les invito a leer nuevamente el mensaje a la Iglesia de Laodicea:

“He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”

Jesús nos advierte acerca del cristianismo tibio, habla el Amén, el que no miente, el Verdadero, el Soberano y el Señor de la Iglesia. La advertencia es fuerte, hay un pecado tan vil que le provoca nauseas, y ese pecado, es la tibieza. Él no le habla al mundo, ni a los ateos, “tampoco le habla a aquellos que están llenos de luz y fuego celestial, esos apasionados por Cristo”.  Ahora se está dirigiendo a los que están en el medio, esos tibios, indecisos, autosuficientes, sin entusiasmo por el Reino de Dios y Su justicia.

Mencioné algunos indicadores que nos pueden diagnosticar si estamos en la condición de tibieza: Primero, ¿Cómo está la Santidad?…, cuántos dirán yo no cometo adulterio, pero se ríen con chistes de doble sentido;  O yo no he robado nunca, pero no pagan sus deudas.

¿Cómo está el servicio al Señor, a sus hermanos y al mundo que no conoce a Dios? Si no hay pasión por Cristo, no se va a visitar a los enfermos, no se asiste a la predicación, no se ora con pasión, las oraciones se vuelven insípidas, no tocan el corazón del Padre.

Nuestros cánticos son de adoración, cuando no se canta en el Espíritu, es cantar por cantar. El canto es adoración a Cristo y bendice a la gente que recién está llegando, pero los tibios no pueden transmitir esa unción.

¿Amamos la Palabra de Dios? ¿La leemos todos los días? ¿Podríamos citar todos los libros de la Biblia? No es que queramos ser maestros, ¡yo conozco a un solo Maestro! Nuestro Señor Jesucristo, pero manifestamos nuestro amor a Él, amando lo que Él habló, Él es la Palabra. Debemos leer las Escrituras más de lo que leemos otros libros o miramos televisión

¿Cómo está nuestra vida de oración y súplica ante nuestro Dios? Amadas siervas del Señor, no sacamos nada con trabajar tanto en la cocina para tener nuestros templos construidos, ¡si no oramos somos el hazmerreír de Satanás! él solo le teme a una Iglesia victoriosa, y una Iglesia victoriosa, es una Iglesia que permanece de rodillas.

¿Ganamos almas para Cristo, como dice la canción?  ¿Sacrificamos nuestra vida a diario para la gloria de Dios? La comodidad es una de las formas de la tibieza espiritual. Considero que los tibios, son los últimos en saber que son tibios

“La tibieza no es una debilidad, es una perversidad, no es un pecado pequeño, es un gran pecado; si el mandamiento más grande es amar a Dios con todo nuestro corazón, entonces el pecado más grande es no hacerlo” (Adrian Rogers)

Amad@s  del Señor, en sus corazones y en sus manos está el hacer volver a muchas personas tibias al camino correcto, el camino de la pasión por Cristo y el Evangelio, el camino de la Santidad y la justicia, el camino de servir y no ser servida, les conmino con urgencia pues Cristo viene, y viene por una Iglesia ferviente y que lo tiene a Él, en el primer lugar de sus vidas.

¡Huyamos de Laodicea! Y marchemos hacia una Iglesia ferviente y victoriosa

Con cariño, Alicia

febrero 14, 2013

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