Autoridad espiritual
Amadas:
Una mujer “Sujeta al Espíritu de Dios” y con “Autoridad espiritual” es lo que va a determinar nuestro éxito en el ministerio. El pensamiento secular define la “autoridad” en forma muy disímil al pensamiento de Dios, según el Diccionario (es.thefreedictionary.com/) la define como la Facultad, derecho o poder de mandar o gobernar sobre algo que está subordinado.
Sin embargo la Palabra de Dios nos orienta al verdadero significado de la “Autoridad espiritual”, esta se manifiesta cuando en nuestra vida se ha establecido “la Paz de Dios” en un área que una vez, estaba llena de conflictos y opresión. Por tal motivo hago mención, a que debemos someternos al Espíritu Santo, podemos ser hijas de Dios perdonadas, pero si no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, flaquearemos en muchas áreas de nuestra vida integral. El Señor desea que seamos mujeres llenas de su presencia, la paz, es un fruto del Espíritu
Antes de cumplir nuestro cometido de ir hacia otros, para socorrerles ungiéndoles por fe para librarlos de opresión y angustia, somos nosotras en primer lugar las que debemos gozar de esa infinita paz. Es la paz, el arma secreta del creyente verdadero, ante la cual los demonios huirán, es la paz en Jesús que destruye al enemigo de nuestras almas.
¿Cómo podríamos entregar algo que no poseemos? Y aún más…, algo que no podemos adquirir por nuestra propia cuenta? Las Escrituras nos enseñan que la Paz, viene del cielo. Les invito a leer el hermoso y revelador pasaje de las Escrituras en el libro del Profeta Isaías 9:6:
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
Ese niño, es el mismo Mesías, el Ungido de Dios, que ofrece a los suyos, algo que nadie jamás ha podido dar, su ofrecimiento es sobrenatural e infinito: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Por tal motivo Pablo es conminado a escribir a los hermanos en Roma: Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. (Romanos 16:20)
Nuestra victoria sobre el mal, sobre lo que nos ata o amedrenta, nunca la alcanzaremos llenas de desconfianza, de ansiedades o colocando nuestra expectativa en el conocimiento intelectual…, nuestra victoria llegará rauda, cuando mantengamos la Paz de Cristo que está morando en un corazón que se niega a juzgarlo todo, por los sentidos que ven u oyen; viene del resultado de confiar sólidamente, que todo lo que Dios ha prometido para nosotros se cumplirá. El saber sí, o sí, que Él está en mí, es ya la victoria.
En mi experiencia personal, la de momentos difíciles, solitarios, e intimidantes, cuando somos confrontadas con aquello o aquellos que nos amenazan, la única salida o victoria que he aprendido a reconocer, es sentir la infinita paz de Dios en mi vida, la esencia misma del Señor morando en mí. Más que victoria, pues el Conocer y vivir en Cristo ya tengo la Paz, ésta trae al Dominio propio, y éste a la Paciencia, y ésta, a la Piedad, y ésta, al Afecto fraternal, y a éste le sigue el Amor. Cuando miramos con los ojos del Señor, a los que están a nuestro alrededor y a las hermanas que el Señor nos ha prestado para ministrar, seremos Pastoras o Servidoras de Dios asertivas, amorosas, compasivas, con tanta paz, que no necesitaremos ejercer de la “otra autoridad” para pastorearlas como el Señor, el Buen Pastor nos ha demandado.
Con cariño, Alicia
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